miércoles, 18 de octubre de 2017

RELATO | DEJA QUE EL AMOR GUÍE TU CAMINO

Había vuelto a pasar, esa niña de ojos preciosos y de un color verde intenso que tanto le encantaba. Era un niña preciosa, de aproximadamente 5 años, la única que la admiraba, la única que se paraba en aquella fuente para observarla mientras nadaba flotando por las aguas. No tenía nombre propio, pero si científico, ya que se trataba de un lirio de agua como los llaman comúnmente.

El lirio sólo tenía un deseo, que el alma de las personas que veía todos los días cambiaran de tonalidad. Que toda esa maraña gris de cuerpos que se desplazaba, alegrara un poco esa plaza oscura. Pero no era tan fácil. Las personas tenían muchas preocupaciones, y el lirio lo sabía, lo sentía. Podía adivinar qué es lo que pensaba cada persona en un radio de 500 metros. Sin embargo había alguien que se le resistía, y era aquella niña. Aquella pequeña con el alma color amarillo radiante, que de vez en cuando le cegaba.

Un día lluvioso la niña que iba vestida con su impermeable de color verde que hacía juego con sus botas de agua. Iba riendo y saltando de charco, y, como siempre, se le acercó pero justo cuando iba a meter las manos al agua para acariciarla, apareció su madre. 
-¿Qué haces Adriana? ¿Es que quieres enfermar? Hace frío, venga vamos a casa - dijo la madre regañando a la niña.
Adriana no dijo nada, simplemente cogió la mano de su madre y se fueron.

"Adriana, que bonito nombre." pensó la flor. "Yo también quiero un nombre propio." Y pasó toda la tarde pensando en un nombre que pudiera quedar bien.

Pasaban los días y la niña no volvía a aparecer. "¿Habrá enfermado?" se preguntó la flor. Pasó mucho tiempo, semanas, meses e incluso años y la niña no volvía a aparecer, pero la flor no se desanimaba, seguía creyendo que algún día la volvería a ver.

Y en efecto, un día apareció, pero fue un día triste, la flor se fijó en ella. Pero Adriana ni siquiera miró al lirio, ya no lo veía, es más su alma se había vuelto gris como la de los demás. El lirio empezó a llorar. Jamás se había sentido tan solo. Su pequeño corazón o lo que tuviera aquel lirio se rompió. 

Entró en un profundo sueño, el lirio se cerró y no se abría ni con los más hermosos rayos de sol. Solo deseaba dormir. "Las personas son crueles." se repetía, "Las personas son crueles y frías.", "Las personas no entienden de los sentimientos ajenos, solo de los suyos propios.", "Las personas son egocéntricas y antipáticas.", "Las personas son seres que te abandonan si no te ven durante mucho tiempo.".

Entre sus divagaciones oyó un grito, oyó a un niño gritar: 
-¡Mira mamá una flor! - dijo el niño emocionado.
-Si, pero parece que le pasa algo, está cerrado y debería de estar abierto. - contestó la madre.
-¿Abierto? - preguntó el niño.
-Si cariño, abierto, es un lirio de agua, y en cuanto se hace de día son unas hermosas flores abiertas. - empezó a explicar su madre mientras se alejaban.

"Me han visto" dijo el lirio pero en cuanto se abrió ya habían desaparecido, "Me han visto" repitió. Y estuvo contento por ello.

Al día siguiente, ya era tarde, el sol se había puesto hace mucho pero el lirio seguía abierto, las personas habían abandonado la plaza y no había ni un alma. De repente se oyó un grito agudo y el lisio vio una figura de chica correr delante de otra más grande, un hombre grandísimo. Se acercaban hacia el lirio. La chica llegó a la fuente y se aferró al borde mientras el hombre la alcanzaba y decía cosas fuera de lugar, la chica intentaba escabullirse pero el hombre enorme la había aplastado contra el borde de la fuente y empezaba a quitarle la ropa. El lirio, en estado de shock, miró a la chica y se dio cuenta de que era Adriana, esa niña de preciosos ojos verdes. Ella lloraba y lo miraba mientras suplicaba ayuda. Y entonces ocurrió, su mano rozó el bello lirio y una fuente de luz salió despedida de la fuente. 

La chica y el hombre, boquiabiertos se quedaron mirando a la figura de un chico adulto y desnudo emergiendo de la fuente. El hombre empezó a balbucear "demonio", "magia negra" y tropezando empezó a huir lejos de aquella fuente. 

-Adriana - dijo el lirio-chico - Te echaba de menos.
Adriana continuaba llorando y no podía pronunciar ni palabra. Acto seguido, el lirio le abrazó, y ese abrazo duró eternamente. 

Hasta el día de hoy se puede ver una estatua de dos personas abrazadas en aquella plaza. Deja que el amor siempre guíe tu camino.


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