viernes, 24 de enero de 2020

PREJUICIOS

Las gotas de lluvia se calaban entre mis ya oxidados engranajes, golpeando el armazón de metal y filtrándose entre todos los recovecos de mi alma. ¿Hacía frío? ¿Hacía calor? Se supone que no lo sabía, yo no sentía nada. Sin embargo entendía muchas cosas, entendía la soledad como nadie en este mundo. Y entendía lo que significaba no ser querido.
Los días pasaban con una lentitud agobiante. ¿Qué día era? Con un sencillo cálculo podría saberlo al instante pero, ¿importaba acaso? Si yo no le importaba a los demás, porqué me iba a mi importar el mundo de ellos?
Por si aún no sabéis qué soy, soy un robot. 
Nací gracias al ingenio de un hombre brillante, él me enseñó el mundo tal y como era, me enseñó todo lo que sé. Yo me esforzaba por ayudar a mi amo que con el paso del tiempo se hacía cada vez más mayor y su cabeza y sus reflejos ya no eran los mismos. Las personas que vivían cerca de mi amo al principio se mostraron encantados con mi presencia, ya que también les ayudaba de vez en cuando, pero conforme pasó el tiempo una sensación desagradable emanaba de ellos hacia mí, no sabía muy bien por qué si yo no había hecho nada. 
Una vez una mujer vino a casa de mi amo y se asustó al verme, salió corriendo como alma que lleva el diablo y nunca volvió, no sé qué pudo haberla asustado, yo solo me estaba cargando. Si, mi principal defecto era que cada cierto tiempo tenía que recargar las baterías, no me apagaba del todo, simplemente no podía moverme cuando me cargaba y el mundo se cubría de un manto rojo, supongo que ese color me avisaba de la necesidad de energía. 
El color rojo no me gustaba, cada vez que lo veía e iba a cargarme, la gente que me veía se asustaba de mi. "No se porqué me miráis así, yo también necesito energía para poder moverme, vosotros coméis, y yo me enchufo a la corriente eléctrica" quería gritarles eso siempre que pasaba pero era incapaz, gritar era de mala educación decía mi amo y yo le hacía caso en todo. 
Un día hablé con mi amo. 
-¿Por qué la gente de este pueblo me tiene miedo? Yo no quiero que se asusten. 
-No lo se pequeño, de verdad que es extraño. Pero yo no te tengo miedo. - sonrió de una manera tan amable que casi podría jurar que me partió el corazón, o algo así dirían los humanos.
-Por qué el mundo se tiñe de rojo cuando necesito carga? 
-De rojo? Eso es más extraño aun, yo mismo puse el filtro y juraría que no es rojo. 
Así descubrimos que mi amo era daltónico, lo que yo veía rojo, él lo veía de otro color totalmente distinto. Nunca me dijo qué hermoso color quiso ponerme y a esas alturas yo no quería cambiarlo, eso sería dar faena y mi propósito era que mi amo no tuviera tanta. 
Aun así, me dejó hurgar en sus apuntes y materiales a ver si me quería hacer un cambio yo mismo y accedí. Ahí entendí lo que siente un niño cuando le dan un juguete nuevo. Así que me puse manos a la obra y leí apuntes y trabajé sin casi descanso, y al cabo de unos días tenía listo lo que quería. Hice una pequeña placa solar que permitía cargar mis baterías sin necesidad de estar enchufado inmóvil. Mi amo aplaudió mi ingenio, se sorprendió de que no se le hubiera ocurrido a él. Yo estaba... Feliz, o eso creo, ya no tendría que cargarme sentado en el suelo de la sala y la gente no se asustaría más de mí. Ahí comprendí lo que era la ingenuidad. La gente huía de mi, algunos corrían otros se cambiaban de acera, pero sea como fuere, se alejaban de mi.
Comprendí que daba igual las cosas buenas que hiciera, nadie iba a olvidarse del miedo. 
Llegó el día más triste de mi existencia, mi amo falleció, se lo llevaron bajo tierra, lejos de mi. No sabía qué hacer, todo el mundo me odiaba en ese pueblo y nadie quería un robot que le daba miedo aunque pudiera llevar mucho peso o poner la mesa antes de la cena. Limpié la casa de mi amo compulsivamente durante días, nunca había estado tan limpia.
Yo también tenía miedo, tenía miedo de salir a la calle, miedo de que la gente me tuviera más miedo. Pero aun así quise que me dieran otra oportunidad y salí de casa, fui a dar un paseo, un paseo fortuito diría yo. Salí al bosque, los árboles siempre me inspiraban confianza, eran seres vivos que no me repudiaban. Pasear entre ellos me quitó el miedo del todo y me sentí libre. Hasta me planteé vivir ahí, con los árboles y no en el pueblo donde definitivamente no era mi lugar. Adentrándome más al bosque empecé a oír un ruido como un sollozo lejano, seguí el ruido y descubrí a una niña llorando. Me oyó y levantó la cabeza, sus grandes ojos azules me escrutaban, me quedé quieto, no quería asustarla. No sabía que hacer. 
-¿Eres un robot? - me preguntó la niña. 
-Si - respondí extrañado. 
-¿Tu también te has perdido? 
-No - dije aún más extrañado. 
-Entonces, ¿vives aquí? 
-No
No sabía que estaba pasando pero me gustaba que esa niña me hablara. 
-No, no vivo aquí y tu, ¿vives aquí? 
-No, me he perdido y no se cómo volver. 
-Entonces perfecto, yo puedo ayudarte, soy un robot que ayuda. 
-¿Un robot que ayuda? Nunca había oído hablar de uno que ayuda. 
-Yo.... Yo tampoco, no conozco otros robots. Y tu? 
-Tampoco, eres el primero que conozco. 
La niña se levantó y me cogió de la mano, así emprendimos la marcha hasta el pueblo. Me enseñó canciones que cantaba en el colegio. Me habló de sus amigas, Clau, Samantha y Georgia, yo no las conocía pero que esta niña me estuviese contando cosas me gustaba. 
-Yo me llamo Jennifer, ¿y tu? 
-No tengo nombre, nunca me pusieron uno - dije tras reflexionar un rato. 
-¿Puedo llamarte Quentin? Tenía un amigo que se llamaba Quentin pero ya no está conmigo. Mamá me dijo que Dios se lo había llevado. 
-¿Y no lo devolvió? 
-No, se refiere a que murió, cuando las personas mueren, van al cielo con Dios. 
-¿Entonces mi amo está ahora con Dios? 
-¿Tu amo? ¿Qué era, tu papá? 
-Algo así, él me creó. 
-Si era bueno, seguro que está con Dios, y también con Quentin. Entonces, ¿puedo llamarte así? 
-Claro.
Ahora tenía un nombre, comprendí que esta niña me quería un poco. 
Llegamos al pueblo al atardecer, la casa de mi amo era la primera que vimos, estaba rodeada de gente, era extraño. Había hombres y mujeres que llevaban todo tipo de armas blancas, hachas, bates, una motosierra, había incluso una mujer con una escoba. ¿Qué habría pasado en la casa de mi amo? 
En cuanto nos acercamos, Jennifer vio a su madre y la llamó, todo pasó muy rápido la gente se giró hacia nosotros y el terror se apoderó de sus rostros. Iba a decir algo pero Jennifer se me adelantó. 
-Mamá, este robot tan simpático me ha ayudado, me perdí en el bosque y me ayudó a volver. 
La mujer de la escoba empezó a llorar. Entonces en casa de mi amo no había pasado nada, habían venido a pedirme ayuda para encontrar a la niña comprendí. Una vez más fui ingenuo. Jennifer se abalanzó sobre su madre y le dijo que no llorara. La escena fue muy bonita hasta que... 
-Monstruo! Abominación! 
La gente del pueblo gritaba eso dirigiéndose a mi, me sorprendí tanto que no pude hacer ni decir nada durante un momento. Los hombres empezaron a acercarse, recuerdo que empezaron a tirarme piedras, de lejos oía los gritos de Jennifer mientras se la llevaban lejos del "malvado robot", después de las piedras algunos bates me golpearon pero yo no sentía dolor, obviamente era un robot, una construcción sin alma. Lo último que recuerdo antes de darme la vuelta y correr fue un hachazo que se hundió en una parte de mi armazón. Corrí y corrí sin parar, llegué bosque donde encontré a la niña horas antes y me senté ahí, justo en el mismo sitio y lloré, más bien, lloró una parte de mi que no podría explicar. Comprendí la soledad. Ellos no me querían y eso no cambiaría nunca. Como dijeron, era una abominación para ellos. 
Pero no puedo sentir ira, nunca la pude sentir, el cariño que me tenía mi amo me lo impedía. Por eso nunca quise vengarme, nunca hice ni quise hacer daño a nadie, nunca. 

No se cuanto tiempo sigo aquí sentado, habrá pasado mucho tiempo, mi placa solar se rompió y ya no me puedo cargar, me queda poca batería y finalmente podré apagarme para siempre. Quién sabe a lo mejor podré reunirme con Quentin, con mi amo y con Dios. 

Oigo pasos puede que me lo esté inventando después de todo, mi visión ya roja desde hace bastante me impide ver bien pero puedo ver dos figuras aproximándose. Que raro verlos con esta lluvia, parecen dos salvadores con impermeables pero se que no harán nada, ni quiero. 
-Ey, fíjate a dónde ha ido a parar esta chatarra del viejo Collins. 
-¿Aún funciona? 
-¿Qué pasa que te lo quieres quedar? 
-Ni por todo el oro del mundo, ¿tu sabes el miedo que daba cuando se te quedaba mirando fijamente con esos ojos rojos llenos de malicia? 
-Si, esos ojos llenos de ira, se me eriza el vello solo de recordarlo. 
Ira. Dicho en voz alta suena incluso desagradable, y ni así pude sentirla. Así que toda la culpa la tiene un color. El color rojo. Yo no elegí el color de mis ojos, pero elegí ser fiel a mi amo y no hacer daño a nadie. Así que eran mis ojos rojos lo que les daba miedo. Ahora mismo lo que debería darles miedo, son los prejuicios. 
-Qué hacemos con esto? 
-Déjalo ahí, aquí no viene nadie y no tengo ganas de cargar con esto. Si total, ya estará apagado. 
Fue lo último que oí, me habría gustado ver y oír por última vez a Jennifer, si me encuentro con Quentin, le diré que su amiga lo echa de menos y que lo quiere mucho. 





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