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martes, 3 de marzo de 2020

RELÁMPAGO SOBRE EL ACERO

Hola a todos! El día de hoy os traigo otro cuento, pero esta vez lo he escrito en conjunto con mi amigo Beiloritis os dejo aquí su perfil de Tumblr. Esperamos que os guste nuestra creación.


“La niebla nunca presagia nada halagüeño, y menos cuando se trata de viajar en alta mar”, pensaba el capitán John Turner mientras oteaba sin éxito más allá de aquel aire denso que le inspiraba desconfianza. Su intuición le decía que estaba todo demasiado tranquilo, trataba de acallarla apelando a su razón, apoyándose en los innumerables viajes realizados con éxito en alta mar. Sin embargo, por alguna razón que escapaba a su comprensión, estaba tenso.
Aquel no era un día cualquiera, el cargamento de numerosas manufacturas que portaba en su barco le aseguraría un buen pellizco de los beneficios obtenidos en los intercambios con las colonias americanas. Atenazado por la inquietud que le produjo aquella fantasmal niebla, se dirigió a la bodega para comprobar que todo estaba en orden. Eso le calmó un poco, ver todas aquellas cajas apiladas y ordenadas en las dependencias de su barco, protegidas y a salvo. El capitán Turner, regodeándose de su suficiencia subió de nuevo a cubierta y oteó el mar de forma más relajada.

-Gracias a este golpe nuestra vida cambiará. Seremos ricos, lo que siempre hemos soñado, lo que anhelamos desde que salimos de la panza de nuestras madres. Llevamos siguiendo esta flota desde hace meses y hoy por fin, el tiempo es favorable para proceder con nuestra misión.
Las palabras de la capitana infundían valor a todo aquel que las escuchaba, era capaz de hacer que incluso un ladrón devolviera lo que ha robado y se metiera él solo a la cárcel. Ella era Jessica Hook, una pirata temible, hija del mejor pirata que el mundo hubiera conocido jamás, dueña de varios galeones y con numerosos asaltos a sus espaldas.
-Nos aproximaremos al barco más cercano por estribor mientras el oficial Zafiro lo hará con el más próximo al suyo por babor, de esa manera el barco principal no tendrá tiempo de darse cuenta, ¿lo habéis entendido todos?
La animada respuesta de los tripulantes llenó de júbilo el alma de la capitana. Recordó su primer asalto, el que vivió junto a su padre; fue él quien la instruyó en el sublime arte de la piratería. Ya con 7 años sabía usar mejor el sable que muchos tripulantes, lo llevaba en las venas. Su padre tenía muchos planes para ella y uno de ellos era que heredara su título, no había ningún pirata que se atreviera a insinuar lo contrario.
Un silbido la sacó de su ensoñación, el barco principal les acababa de adelantar, ya era hora de ponerse en marcha.

Aquel calmado mar seguía guardando un misterio que John Turner trataba sin éxito de resolver. Teniendo en cuenta el tiempo que transcurrió desde que partieron de Londres el capitán supuso que apenas habían alcanzado la mitad del trayecto, estaban en mitad del océano atlántico.
Algo llamó la atención del capitán entre la densa niebla: creyó ver una silueta en la espesura. Como si se tratara de un espectro en un lugar inhóspito. Pero instantes después, mientras sentía que su corazón latía con más fuerza, pudo oír claramente junto con el resto de la tripulación el griterío de un grupo de hombres que bramaban entusiasmados. Turner era consciente de lo que se avecinaba a continuación y comenzó a dar órdenes a sus oficiales más inmediatos para que preparasen las maniobras pertinentes frente un ataque.
Turner trataba de pensar rápido, todo lo que su ajetreada mente le permitía: a juzgar por la situación debía tratarse de un navío de piratas y sin duda pretendían tomar su flota junto con su cargamento. “Ellos contarán con su maniobrabilidad pero nosotros les superaremos casi con total seguridad en potencia de fuego.” Cavilaba el capitán para sus adentros.
Era el momento de pasar a la acción, en un instante el capitán del navío inglés pasó del silencio meditabundo a tomar cartas en el asunto: recorrió el barco de popa a proa bramando órdenes a todos los oficiales que se encontraran a su paso. Cuando apreció como en instantes toda la tripulación se preparaba para ponerse en marcha, sacó su catalejo para estudiar mejor la situación. Sintió el barco virar en dirección a la refriega y la creciente cercanía con la batalla le permitía apreciar mejor los detalles en aquella maldita niebla: al parecer aquellos bribones habían ideado la forma de asaltar el galeón aliado, disparando arpones dotados de cuerdas que les permitían pasar a los asaltantes con relativa facilidad. Aunque en un primer momento fue fácil repeler la llegada de los piratas invasores, según estos iban llegando la refriega pasaba de ser una pequeña escaramuza a una gran batalla.
Sin embargo, no fue eso lo que le produjo un nudo en el estómago a Turner, el cual ya podía oír claramente los gritos de batalla y las espadas entrechocar con sonoridad, fue ver un segundo barco pirata que se disponía a reforzar a los asaltantes anteriores. Si el primer barco era ya un quebradero de cabeza para una flota poco acostumbrada a guerrear, el advenimiento de un segundo galeón pirata ponía en serios apuros a los barcos ingleses de Turner.

Al principio todo iba viento en popa, los piratas atacaron sin piedad los barcos ingleses que no se esperaban esta llegada pues eran como un rayo caído del cielo. Con gran clamor empezaron a abordar los dos navíos ingleses, fue tan fácil gracias a la espesa niebla que hasta la capitana quedó sorprendida. 
Hook, con una navaja entre los dientes, aterrizó en la borda del barco inglés derribando a un soldado y dejándolo inconsciente, o eso parecía. A su alrededor se oía el entrechocar de las espadas y las figuras se confundían entre la cada vez más espesa niebla, el temporal iba a cambiar indudablemente, la preocupación se apoderó de la capitana, una tormenta era lo que menos les ayudaba en estos momentos. Empezó a gritar órdenes a sus muchachos, aunque no la vieran, aún podían oírla. En ese momento la inquietud de la capitana se acrecentó, pudo ver con dificultad como el tercer barco viraba hacia ellos y se disponía a unirse a la lucha. 
Una fila entera de cañones del barco más grande de la flota les estaba apuntando. Hook creía que el capitán del barco jamás se atrevería a disparar, pero se equivocaba. El primer disparo impactó en el agua, era solo uno, parecía el disparo de advertencia. De un momento a otro la capitana se quedó rodeada. Por un lado el barco principal se disponía a reventar en pedazos a todos los ahí presentes y por otro lado el tercer navío se aproximaba al que había abordado Hook. 
-¡Al abordaje!
Hook escuchó esa voz que le resultaba ya tan familiar y cálida, era el oficial Zafiro, su hombre de confianza, lo había conseguido, había tomado el barco enemigo y se aproximaba para ayudar. Decidió rápidamente que era hora de aproximarse al galeón principal o morir en el intento. A pesar de que la muerte era un escenario posible, la excitación era tal que habría repetido este asalto de haber podido. 
Habiendo comunicado sus intenciones al oficial Zafiro, se dispuso a ordenar a su tripulación la retirada a su navío para ir a por la cereza en el pastel. Obviamente el oficial se uniría a ellos cuando tomara ese barco. Con gran júbilo Hook y sus camaradas se aproximaban al galeón grande, de cerca parecía un monstruo dantesco, pero no había cabida para el miedo en los corazones de los piratas. Iban a por su botín, o su muerte.

Turner era consciente de lo que se le venía encima: aquel galeón pirata no parecía amedrentarse frente la hilera de cañones que asomaba de forma amenazadora por el costado de su barco. Ante el avance del navío enemigo, Turner lo miró con una mezcla de desprecio y excitación: deseaba que aquel maldito galeón estallara hecho astillas. “Y así será” pensó Turner.
Mientras la tormenta se avecinaba con unas nubes que se agrupaban oscureciendo el cielo, unas órdenes precisas bramadas a pleno pulmón por el capitán del navío inglés fueron suficientes para que los marineros prepararan los cañones dispuestos en la bodega de babor:
-¡Cargad los cañones! - Gritó el capitán mientras que sus hombres comenzaban a introducir en los cañones grandes y pesadas bolas a la par que resoplaban por el esfuerzo-.
El capitán, que permanecía en cubierta expectante de los acontecimientos, miró de nuevo al barco que los asaltaba y apreció que la lluvia comenzó a caer copiosamente, el mar se volvía cada vez más bravo por los vientos huracanados y las olas amenazaban la estabilidad de sus barcos y tripulantes. Tenía tan cerca a los corsarios que pudo distinguirlos: entre ellos destacaba una mujer que estaba al frente. Lucía una larga cabellera que se arremolinaba en torno a su tricornio y una mirada intensa y fija en su persona. El capitán supo entonces que aquella malhechora no retrocedería un solo paso con tal de llevar a cabo sus objetivos y era consciente que aquella malnacida intentaría acabar con su persona. El capitán sintió en aquella mujer y en su aguerridas tropas un ansia infinita de poder y una voluntad de hierro.
John Turner, más consciente del peligro que nunca, no esperó un segundo más a dictar la siguiente orden:
-¡Prended las mechas! -Gritó el capitán a sus hombres mientras los truenos seguían con sus poderosas descargas por todas partes-.
Cuando los proyectiles salieron disparados con un rugido ensordecedor, los marinos ingleses ya tenían el barco enemigo a escasos metros de su posición. Las pesadas bolas impactaron contra aquel barco con un gran estruendo, saltaron astillas, se partieron algunos mástiles y todo el galeón sufrió fuertes sacudidas provocando que algunos marineros salieran despedidos del barco e incluso unos pocos desafortunados perdieran la vida en aquel mismo instante al recibir un cañonazo.
Sin embargo, pese los brutales impactos recibidos, el barco pirata siguió en pie y no detuvo su avance entre aquella tormenta. El galeón frenó su arremetida pero lejos de detenerse siguió avanzando la distancia que lo separaba del galeón inglés. Entonces John Turner comprendió que aquellos locos pretendían embestir su barco y, a juzgar por la velocidad del galeón enemigo, no le daría tiempo a responder con una segunda descarga de sus cañones.
El capitán Turner y el resto de hombres se prepararon para el impacto, un choque que hizo crujir todo el barco y lo sacudió con estridencia. Turner hizo un esfuerzo para no caer de bruces en la cubierta mientras se agarraba con fuerza al mástil más cercano. El aguerrido inglés imaginó que usarían arpones con cuerdas para acceder a su barco, al igual que hicieron con los otros dos. Una vez que el barco se hubo recuperado tras el impacto y adelantándose a los posibles acontecimientos, el capitán desenvainó su espada y se dirigió hacia aquellos bribones. De forma repentina un segundo impacto sacudió todo el galeón inglés y Turner junto con otros muchos hombres cayeron de bruces sobre el empapado suelo de la cubierta, los estridentes relámpagos restallaban sobre el Atlántico e impidieron ver y oír como un segundo barco se acercaba temerariamente entre el aguacero. Entonces oyó múltiples disparos dirigidos a la cubierta de su barco y entendió que definitivamente aquellos marinos lo darían todo por la victoria.

El segundo impacto los pilló desprevenidos. A pesar de la sorpresa, Hook sabía que debía tratarse del oficial Zafiro, tenía plena confianza en él y sabía que no le fallaría, nunca lo había hecho. De Zafiro podrían decirse muchas cosas, pero tacharlo de desleal sería una completa estupidez, era fiel hasta la médula, y por los suyos haría cualquier locura, incluso si el plan de su compañera era atravesar un navío inglés con el suyo. Tener cerca a su mejor aliado, infundió, si cabe, aún más valor a Hook. 
Al contemplar la cubierta del barco inglés, Jessica descubrió, a pesar de la intensa lluvia que el capitán, estaba mirándola fijamente. El odio que reflejaban sus ojos la hacía estremecerse de placer, le gustaba estropear los planes a la gente. Con una gran sonrisa pícara, le dedicó al capitán una reverencia tras la cual se apresuró a abordar el barco.
Viéndose por fin cara a cara, la capitana desenvainó su sable y deseosa de atacar, arremetió contra Turner, era un buen espadachín, de eso no cabía duda, sin embargo ella y sus años de entrenamiento con su padre hacían retroceder poco a poco al capitán. A su alrededor, piratas y marinos, al son de truenos e iluminados por ocasionales relámpagos realizaban su propio baile mortal. La sinfonía que producían los estruendos y el entrechocar de las espadas era la más sublime música que todo pirata debía oír al menos una vez en su vida. 
Hook y Turner, rodeados de combatientes y blandiendo sus armas con gran habilidad, sintieron como si el tiempo se ralentizara, sólo tenían ojos uno para el otro. Hook, llena de alegría contrastaba con la frustración y el desánimo que se apoderaba de Turner. 

“Un capitán inglés superado por una mujer” Era el pensamiento que fustigaba la moral de Turner una y otra vez a cada arremetida oportumamente evadida, a cada muestra de poder rechazada. A Turner aquella mujer le parecía una bestia que estaba poniendo en duda su honor al verse claramente superado y sentía sus movimientos torpes frente aquel alarde de sutileza con la que la capitana Hook parecía disfrutar, regodeándose de su superior habilidad.

La inseguridad, cada vez más grande que emanaba de los ojos de Turner ponía de buen humor a Hook, claramente le estaba ganando y estaba feliz por ello. Se obligó a calmarse, la excitación y los nervios no son buenos compañeros para una batalla, y menos una tan importante. Hook se centró en propinar estocadas una tras otra, sin descanso. Sin embargo, algo que pasaba a su derecha llamó su atención, perdió la concentración solo un segundo y Turner supo aprovechar esa oportunidad dándole un giro a lo acontecimientos. Ahora era Hook la que retrocedía. Sabía que su tripulación contaba con los mejores y más sanguinarios hombres que no se dejarían vencer tan fácilmente por aquellos marines. Habiendo retrocedido ya un buen tramo de la cubierta, con el rabillo del ojo pudo ver una escena que le heló la sangre, Zafiro, con un arpón, atravesado de lado a lado yacía sin vida en la cubierta. Los pensamientos de la capitana se dispararon, no cabía en su entendimiento que Zafiro pudiera haber muerto, era imposible, era el mejor de sus hombres. Ese instante de duda le dió a Turner la victoria, atravesó el pecho de Hook con tal ímpetu que durante un momento creía que no sería capaz de retirar la espada de su cuerpo. En el momento en el que recuperó la espada de un tirón, empujó el cuerpo inmóvil de Hook que cayó sin gracia a la cubierta. Turner sonrió y realizó una breve reverencia al cuerpo. 
-Las mujeres sois demasiado pasionales, demasiado débiles para comportaros como hombres- Dijo Turner con desdén.
Estaba a punto de darse la vuelta cuando, un relámpago que iluminó el cielo le permitió ver cómo la capitana se ponía en pie. A pesar de que la sangre manaba sin cesar de su pecho, estaba erguida e incluso parecía estar dispuesta para continuar la batalla, es más, estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de vengar a su camarada. 
Su mirada se posó sobre el barco de Zafiro, el cual había dejado al abordar el navío inglés, a pesar de que no podía distinguir mucho entre el temporal, pudo oír los disparos de los arpones, a esa distancia no servirían para abordar pero sí podían herir de gravedad o incluso matar a alguien con mala suerte. Los ojos de la capitana se abrieron de par en par al notar un arpón más grande que ella clavarse en su clavícula. No le importó, en ese momento no sentía el dolor físico. Lo que sí sentía era el dolor de la pérdida. Girándose de nuevo hacia Turner se dispuso a acabar con todo.

Turner contemplaba atónito a la capitana, herida mortalmente a todas luces, y retrocedió unos pasos espantado y sin dejar de mirarla masculló en un titubeo:

-¿Qué demonios eres tú? - pronunció el capitán mientras agarra con fuerza su espada.

-¿Acaso no me ves? Soy una persona como otra cualquiera.- respondió la capitana intentando sacarse el arpón.

-¡Mientes! Cualquiera ya estaría muerto en tu lugar. - contestó el capitán, que no salía de su pasmo.

-Entonces soy una persona especial. Puedes creer incluso que he sido maldita por el más cruel de los dioses, ¿qué importa ahora? Voy a matarte.

- ¡Te arrojaré al mar y así permanecerás sufriendo por toda la eternidad, maldita del demonio! - bramó Turner, claramente enojado.

-Bueno, ya que tenemos tiempo, puedo explicarte mi historia mientras voy matándote.- dijo la capitana sacando el puñal de su funda.

- No tienes alcance para herirme con ese ridículo puñal. -rió Turner mientras se ponía en guardia.

-El tamaño no es lo único que importa, descerebrado- rió Hook.

De un momento a otro la capitana prácticamente desapareció de su vista, la lluvia obviamente no ayudaba y el movimiento del barco marearía a cualquiera. La acción sucedió muy rápido, parecía que Hook se moviera a una velocidad casi sobrenatural. Un tajo en el brazo derecho del capitán Turner, otro en la pierna izquierda y unos cuantos más por diferentes zonas de su cuerpo y en cuestión de segundos, parecía que hubiera salido de una batalla con un gran felino. Turner no tenía oportunidad alguna contra la bestia salvaje que se había apoderado de Hook, las heridas sangraban y lo debilitaban, durante un momento tuvo el deseo de rendirse, dejarse caer en la mojada cubierta y que la mujer acabara su danza macabra. “El gran capitán Turner nunca se rinde” pensó para sí mismo, pero al intentar dar un paso hacia delante, notó un golpe en su espalda que lo hizo caer de bruces. Hook se agachó al lado del capitán mientras procedía a limpiar su puñal. 

-Alcance dice. Que no tengo alcance, ¡habráse visto! - rió Hook.

La tormenta, que descargaba un torrente de agua y unos estridentes truenos que rasgaban el cielo con intensos destellos de luz, iba acompañada de unos vientos que lejos de suavizarse se volvían cada vez más violentos, arrastrando a los galeones en batalla por el atlántico.
Hook, sabiéndose victoriosa de su singular combate con el capitán inglés, le agarró de la camisa y se dispuso a contarle su secreto. Entonces un fuerte impacto resquebrajó la cubierta del barco de forma estridente, haciendo caer a muchos de sus tripulantes al mar salvaje, y condenando al resto al mismo destino una vez el barco naufragara.
En unos instantes la capitana Hook, como el resto de marinos y piratas trataron de sobrevivir en un océano que no ofrecía clemencia a nadie, entonces todo se volvió confuso y oscuro.

Cuando la tormenta por fin se calmó, Jessica Hook volvió en sí y mirando en derredor se dio cuenta de que se encontraba tirada en una playa. Mientras abría pesadamente los ojos, apreció un cielo despejado y el mar calmado. Sin comprender todavía que estaba sucediendo, empezó a recordar todo lo que le había conducido hasta aquel momento, como si tan solo lo hubiera soñado, como si jamás hubiera sido real. Pero, una vez se levantó y lo comprobó con sus propios ojos, pudo constatar que aquello era más terrorífico que muchas de sus pesadillas.
El cargamento inglés, su objetivo, estaba desperdigado y destrozado a lo largo y ancho de de aquella playa que parecía una gran isla. Del mismo modo, su barco más preciado: Alastor, ahora solo era madera astillada que flotaba por todas partes. En cuanto a la tripulación, los ingleses y los piratas flotaban sin vida o yacían muertos y con las vestiduras hechas harapos en las playas de aquel lugar desconocido.
Sin embargo Jessica vio algo por el rabillo del ojo: parecía que alguien en la lejanía aún se movía. Esperaba que fuera alguno de sus camaradas. Acudió al encuentro de aquel hombre que parecía moribundo y comprobó para su decepción que aparentemente el único superviviente era Turner.
Se acercó al maltrecho capitán y volvió a inclinarse delante de él. Justo como había hecho antes:
-Verás. - se explicó Hook con cierta sorna.- No suelo dejar las cosas a medias así que te guste o no voy a decirte lo que querías saber.
Turner reaccionó con dificultad a las palabras de la capitana pero logró pronunciarse

-Déjame morir en paz. Hija del demonio. - Masculló el capitán a duras penas.

-No vas tan mal encaminado para ser un capitán de tres al cuarto. - Se mofó de nuevo de Turner- Pero, ¿sabes?, no soy una pirata cualquiera, ni una vulgar bandida asalta barcos. Soy la hija del gran y renombrado capitán Hook, el más temible pirata que jamás haya existido, el hombre del que huían todos los barcos al divisar su bandera en el horizonte, el azote de los mares... Imagino que conoces sus otros motes y sobretodo sus grandes hazañas.

-¿Hazañas? -Rió Turner entre toses- Tu padre se dedicaba a saquear a quien se encontraba en su camino. ¿Qué tiene eso de elogiable?

- No seas hipócrita ¿Acaso los ingleses no saqueáis a vuestro modo a las colonias que están en vuestro dominio? Reconoce, pequeño capitán, que los ingleses también tenéis algo de corsarios. La diferencia entre los ingleses de bien, como os hacéis llamar en muchas ocasiones, y los piratas, es que unos revestís de legalidad lo que hacéis, mientras nosotros hacemos lo que nos place sin escondernos. En el fondo somos iguales a vosotros pero sin el velo de falsedad que os envuelve.

Turner no dejaba de mirar a Hook con un destello de odio en los ojos. Se limitó a observarla mientras respiraba trabajosamente.

-¿Sabes? - Jessica se sentó al lado del yaciente capitán Turner y siguió hablando. - Verte así, luchando por respirar y malherido me recuerda a la muerte de mi padre. Considéralo un gran honor. - La capitana hizo una pausa e inspiró con fuerza, dejándose llevar por sus emociones. - En realidad siento que mi padre nunca dejó este mundo, siento que él, cuando le pedí en sus estertores que no me abandonara accedió a mi ruego. Por eso no puedo morir, me dio este don. Esta “curiosa” circunstancia sospecho que no se resolverá hasta que no consiga lo que él nunca logró… - Jessica hizo una pausa y su respiración se volvió agitada por un gran enojo que comienza a bullir de sus entrañas- Pero ya no puedo, ¡Malnacido! mi padre quería que yo fuera feliz. ¿Cómo voy a serlo sin Zafiro?

Frente aquel giro de los acontecimientos Turner comenzó a reír trabajosamente. Su carcajada aumentó la ira de Jessica que agarró de la camisa al capitán inglés:

-¡Vosotros los ingleses habéis arruinado el propósito que me legó mi padre! ¡Viviré por siempre pedazo de escoria! Pasarán los años y no envejeceré, transcurrirán siglos y seguiré en pie, no me afectarán ni las más crueles epidemias, podré dejar de alimentarme sin padecer consecuencia alguna. Me habéis condenado a vivir una vida eterna llena de soledad y le habéis quitado a mi querido padre la posibilidad del descanso eterno.

-Me culpas a mí y a los míos por un ataque que cometisteis vosotros. Sí, es cierto, saqueamos para poder vivir al igual que vosotros pero tienes razón: tenemos una ley que nos respalda y un rey que nos apoya, ¿y vosotros? ¿Qué tenéis? Una larga vida llena de saqueos sin sentido, vuestros actos no os darán tierras ni oficios. Seguiréis siendo por siempre unos sucios piratas.

Hook dejó escapar su ira en forma de un grito desgarrador que atravesó el aire e hizo que los pájaros más próximos a la costa levantaran el vuelo. Era un grito de furia e impotencia mezclado con todo el dolor de dos almas que conviven en un mismo cuerpo. Golpeó a Turner repetidas veces hasta dejarlo sin aliento, sin vida, un cuerpo dócil, sin pulso, igual que el cuerpo de su querido Zafiro. Mientras esto sucedía Jessica contempló el mar que la había guiado toda su vida, los piratas muertos que antes dirigía con presteza, los barcos que comandaba con valentía: todo eso había acabado. Era el momento de comenzar una nueva vida y una nueva identidad, pero no ahora. Dio media vuelta y empezó a andar, tenía una eternidad para pensar en ello. Su mente y corazón no encontraban consuelo en aquellos instantes. 



viernes, 24 de enero de 2020

PREJUICIOS

Las gotas de lluvia se calaban entre mis ya oxidados engranajes, golpeando el armazón de metal y filtrándose entre todos los recovecos de mi alma. ¿Hacía frío? ¿Hacía calor? Se supone que no lo sabía, yo no sentía nada. Sin embargo entendía muchas cosas, entendía la soledad como nadie en este mundo. Y entendía lo que significaba no ser querido.
Los días pasaban con una lentitud agobiante. ¿Qué día era? Con un sencillo cálculo podría saberlo al instante pero, ¿importaba acaso? Si yo no le importaba a los demás, porqué me iba a mi importar el mundo de ellos?
Por si aún no sabéis qué soy, soy un robot. 
Nací gracias al ingenio de un hombre brillante, él me enseñó el mundo tal y como era, me enseñó todo lo que sé. Yo me esforzaba por ayudar a mi amo que con el paso del tiempo se hacía cada vez más mayor y su cabeza y sus reflejos ya no eran los mismos. Las personas que vivían cerca de mi amo al principio se mostraron encantados con mi presencia, ya que también les ayudaba de vez en cuando, pero conforme pasó el tiempo una sensación desagradable emanaba de ellos hacia mí, no sabía muy bien por qué si yo no había hecho nada. 
Una vez una mujer vino a casa de mi amo y se asustó al verme, salió corriendo como alma que lleva el diablo y nunca volvió, no sé qué pudo haberla asustado, yo solo me estaba cargando. Si, mi principal defecto era que cada cierto tiempo tenía que recargar las baterías, no me apagaba del todo, simplemente no podía moverme cuando me cargaba y el mundo se cubría de un manto rojo, supongo que ese color me avisaba de la necesidad de energía. 
El color rojo no me gustaba, cada vez que lo veía e iba a cargarme, la gente que me veía se asustaba de mi. "No se porqué me miráis así, yo también necesito energía para poder moverme, vosotros coméis, y yo me enchufo a la corriente eléctrica" quería gritarles eso siempre que pasaba pero era incapaz, gritar era de mala educación decía mi amo y yo le hacía caso en todo. 
Un día hablé con mi amo. 
-¿Por qué la gente de este pueblo me tiene miedo? Yo no quiero que se asusten. 
-No lo se pequeño, de verdad que es extraño. Pero yo no te tengo miedo. - sonrió de una manera tan amable que casi podría jurar que me partió el corazón, o algo así dirían los humanos.
-Por qué el mundo se tiñe de rojo cuando necesito carga? 
-De rojo? Eso es más extraño aun, yo mismo puse el filtro y juraría que no es rojo. 
Así descubrimos que mi amo era daltónico, lo que yo veía rojo, él lo veía de otro color totalmente distinto. Nunca me dijo qué hermoso color quiso ponerme y a esas alturas yo no quería cambiarlo, eso sería dar faena y mi propósito era que mi amo no tuviera tanta. 
Aun así, me dejó hurgar en sus apuntes y materiales a ver si me quería hacer un cambio yo mismo y accedí. Ahí entendí lo que siente un niño cuando le dan un juguete nuevo. Así que me puse manos a la obra y leí apuntes y trabajé sin casi descanso, y al cabo de unos días tenía listo lo que quería. Hice una pequeña placa solar que permitía cargar mis baterías sin necesidad de estar enchufado inmóvil. Mi amo aplaudió mi ingenio, se sorprendió de que no se le hubiera ocurrido a él. Yo estaba... Feliz, o eso creo, ya no tendría que cargarme sentado en el suelo de la sala y la gente no se asustaría más de mí. Ahí comprendí lo que era la ingenuidad. La gente huía de mi, algunos corrían otros se cambiaban de acera, pero sea como fuere, se alejaban de mi.
Comprendí que daba igual las cosas buenas que hiciera, nadie iba a olvidarse del miedo. 
Llegó el día más triste de mi existencia, mi amo falleció, se lo llevaron bajo tierra, lejos de mi. No sabía qué hacer, todo el mundo me odiaba en ese pueblo y nadie quería un robot que le daba miedo aunque pudiera llevar mucho peso o poner la mesa antes de la cena. Limpié la casa de mi amo compulsivamente durante días, nunca había estado tan limpia.
Yo también tenía miedo, tenía miedo de salir a la calle, miedo de que la gente me tuviera más miedo. Pero aun así quise que me dieran otra oportunidad y salí de casa, fui a dar un paseo, un paseo fortuito diría yo. Salí al bosque, los árboles siempre me inspiraban confianza, eran seres vivos que no me repudiaban. Pasear entre ellos me quitó el miedo del todo y me sentí libre. Hasta me planteé vivir ahí, con los árboles y no en el pueblo donde definitivamente no era mi lugar. Adentrándome más al bosque empecé a oír un ruido como un sollozo lejano, seguí el ruido y descubrí a una niña llorando. Me oyó y levantó la cabeza, sus grandes ojos azules me escrutaban, me quedé quieto, no quería asustarla. No sabía que hacer. 
-¿Eres un robot? - me preguntó la niña. 
-Si - respondí extrañado. 
-¿Tu también te has perdido? 
-No - dije aún más extrañado. 
-Entonces, ¿vives aquí? 
-No
No sabía que estaba pasando pero me gustaba que esa niña me hablara. 
-No, no vivo aquí y tu, ¿vives aquí? 
-No, me he perdido y no se cómo volver. 
-Entonces perfecto, yo puedo ayudarte, soy un robot que ayuda. 
-¿Un robot que ayuda? Nunca había oído hablar de uno que ayuda. 
-Yo.... Yo tampoco, no conozco otros robots. Y tu? 
-Tampoco, eres el primero que conozco. 
La niña se levantó y me cogió de la mano, así emprendimos la marcha hasta el pueblo. Me enseñó canciones que cantaba en el colegio. Me habló de sus amigas, Clau, Samantha y Georgia, yo no las conocía pero que esta niña me estuviese contando cosas me gustaba. 
-Yo me llamo Jennifer, ¿y tu? 
-No tengo nombre, nunca me pusieron uno - dije tras reflexionar un rato. 
-¿Puedo llamarte Quentin? Tenía un amigo que se llamaba Quentin pero ya no está conmigo. Mamá me dijo que Dios se lo había llevado. 
-¿Y no lo devolvió? 
-No, se refiere a que murió, cuando las personas mueren, van al cielo con Dios. 
-¿Entonces mi amo está ahora con Dios? 
-¿Tu amo? ¿Qué era, tu papá? 
-Algo así, él me creó. 
-Si era bueno, seguro que está con Dios, y también con Quentin. Entonces, ¿puedo llamarte así? 
-Claro.
Ahora tenía un nombre, comprendí que esta niña me quería un poco. 
Llegamos al pueblo al atardecer, la casa de mi amo era la primera que vimos, estaba rodeada de gente, era extraño. Había hombres y mujeres que llevaban todo tipo de armas blancas, hachas, bates, una motosierra, había incluso una mujer con una escoba. ¿Qué habría pasado en la casa de mi amo? 
En cuanto nos acercamos, Jennifer vio a su madre y la llamó, todo pasó muy rápido la gente se giró hacia nosotros y el terror se apoderó de sus rostros. Iba a decir algo pero Jennifer se me adelantó. 
-Mamá, este robot tan simpático me ha ayudado, me perdí en el bosque y me ayudó a volver. 
La mujer de la escoba empezó a llorar. Entonces en casa de mi amo no había pasado nada, habían venido a pedirme ayuda para encontrar a la niña comprendí. Una vez más fui ingenuo. Jennifer se abalanzó sobre su madre y le dijo que no llorara. La escena fue muy bonita hasta que... 
-Monstruo! Abominación! 
La gente del pueblo gritaba eso dirigiéndose a mi, me sorprendí tanto que no pude hacer ni decir nada durante un momento. Los hombres empezaron a acercarse, recuerdo que empezaron a tirarme piedras, de lejos oía los gritos de Jennifer mientras se la llevaban lejos del "malvado robot", después de las piedras algunos bates me golpearon pero yo no sentía dolor, obviamente era un robot, una construcción sin alma. Lo último que recuerdo antes de darme la vuelta y correr fue un hachazo que se hundió en una parte de mi armazón. Corrí y corrí sin parar, llegué bosque donde encontré a la niña horas antes y me senté ahí, justo en el mismo sitio y lloré, más bien, lloró una parte de mi que no podría explicar. Comprendí la soledad. Ellos no me querían y eso no cambiaría nunca. Como dijeron, era una abominación para ellos. 
Pero no puedo sentir ira, nunca la pude sentir, el cariño que me tenía mi amo me lo impedía. Por eso nunca quise vengarme, nunca hice ni quise hacer daño a nadie, nunca. 

No se cuanto tiempo sigo aquí sentado, habrá pasado mucho tiempo, mi placa solar se rompió y ya no me puedo cargar, me queda poca batería y finalmente podré apagarme para siempre. Quién sabe a lo mejor podré reunirme con Quentin, con mi amo y con Dios. 

Oigo pasos puede que me lo esté inventando después de todo, mi visión ya roja desde hace bastante me impide ver bien pero puedo ver dos figuras aproximándose. Que raro verlos con esta lluvia, parecen dos salvadores con impermeables pero se que no harán nada, ni quiero. 
-Ey, fíjate a dónde ha ido a parar esta chatarra del viejo Collins. 
-¿Aún funciona? 
-¿Qué pasa que te lo quieres quedar? 
-Ni por todo el oro del mundo, ¿tu sabes el miedo que daba cuando se te quedaba mirando fijamente con esos ojos rojos llenos de malicia? 
-Si, esos ojos llenos de ira, se me eriza el vello solo de recordarlo. 
Ira. Dicho en voz alta suena incluso desagradable, y ni así pude sentirla. Así que toda la culpa la tiene un color. El color rojo. Yo no elegí el color de mis ojos, pero elegí ser fiel a mi amo y no hacer daño a nadie. Así que eran mis ojos rojos lo que les daba miedo. Ahora mismo lo que debería darles miedo, son los prejuicios. 
-Qué hacemos con esto? 
-Déjalo ahí, aquí no viene nadie y no tengo ganas de cargar con esto. Si total, ya estará apagado. 
Fue lo último que oí, me habría gustado ver y oír por última vez a Jennifer, si me encuentro con Quentin, le diré que su amiga lo echa de menos y que lo quiere mucho. 





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EL SILENCIO DE LOS CORDEROS - THOMAS HARRIS | RESEÑA

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