lunes, 10 de junio de 2019

UN PIRATA PECULIAR

-Abuela, ¿es verdad que una vez te raptó un pirata? - dijo una de las niñas de la aldea que me llamaban así.
-Si, fue hace mucho tiempo - tres niñas se acercaron entusiasmadas a oír mi historia.
"Era el pirata más malvado del mundo entero. Todos los hombres y mujeres le temían e incluso los demás piratas cambiaban de rumbo cuando veían ondear su bandera en la lejanía. Pero realmente era un incomprendido.
Una noche tras una fuerte discusión con mi querido padre me fui corriendo de casa, corría sin rumbo mientras las lágrimas corrían por mis mejillas. Cuando me cansé de correr me di cuenta de que estaba en la playa, dadas las altas horas de la noche, allí no había nadie. Sólo sentía un aura inquietante a mi alrededor como si la noche pesara sobre mis hombros. En ese momento me desmayé, o eso creo ya que lo siguiente que recuerdo es estar en un barco. Estaba en un camarote. Me levanté con sumo cuidado del camastro, no me sentía mareada ni nada. En el habitáculo no había gran cosa, un camastro, un espejo y una lámpara que colgaba del techo. Entreabrí al puerta, no había nadie así que opté por subir por las escaleras que sospechaba que subían a la cubierta. Una vez ahí, no vi a nadie tampoco, por un momento pensé que estaba soñando.
El sol resplandecía en el cielo y el barco parecía estar anclado en medio de la nada, rodeado de un vasto y precioso océano pero sin nada ni nadie a la vista.
-Por fin despiertas - dijo una voz a mis espaldas.
Me giré sobresaltada y vi a un hombre muy apuesto apoyado en la barandilla. Tenía el pelo negro como el carbón sujeto en una cola de caballo. No llevaba camiseta y su cuerpo estaba bronceado por el sol. Me quedé muda, no sabía lo que decir. En todo el barco no había nadie más aparte de nosotros dos.
-¿No sabes hablar? - me preguntó.
-¿Dónde...
-... estás? Eso no importa. Por lo menos sé que sabes hablar. Te tengo cautiva en mi barco. Te encontré en una costa inconsciente y te traje como recuerdo.
-¿Y por qué no me atas?
-¿Tantas ganas tienes de escapar? Escapa pues, tienes agua alrededor, adelante, se comida para tiburones, ellos te lo agradecerán.
-¿Quién eres? - le pregunté para cambiar de tema.
- Soy el que llaman ''Pirata solitario'', aquel del que cuentan las leyendas tantas cosas tétricas - bajó de la toldilla lentamente acercándose a mi.
No quería mostrar el temor que me inspiraba ese hombre, él y la situación en general.
-Cuentan que maté a toda mi tripulación, que violo mínimo cinco mujeres en cada sitio por el que paso, que mato a sus maridos para dejarlas viudas, que se hacer magia y experimento con gatos callejeros.
Se acercó a menos de un paso de mi y vi enseguida que no tenía mucha pinta de pirata.
-¿Dónde está tu tripulación? - pregunté. Era cierto que corrían ciertos rumores. El pirata solitario, el exterminador, el pirata mágico, Charles Davis el terror de los mares.
-Nunca tuve una tripulación. Anda, ven, estarás hambrienta. 
Me condujo a lo que podría llamarse cocina, me senté en una mesa y me sirvió un plato con algo que parecía más un monstruo marino que a cualquier otra comida conocida. No aguanté más y me puse a reír. El capitán me miró entre asombrado, avergonzado y enfadado.
-Perdona, pero creo que nunca pensaba que me comería un trozo de Kraken.
-Pues apáñate tú ya que tan buena te crees, ahí están los ingredientes.
Dicho eso se dio la vuelta y salió enfadado de ahí. Me levanté y empecé a inspeccionar entre los ingredientes. Encontré toda clase de comida que no se estropeaba tan fácilmente además de algunos vegetales, parecía como si los hubiera adquirido hacía poco. Hice una especie de estofado, llené dos cuencos, fui a la cubierta y le ofrecí un cuenco al capitán. El temor inicial había desaparecido por completo, de hecho, ahora que lo miraba bien de cerca, me parecía ver en sus ojos la tristeza más profunda que vi jamás. Me senté en el suelo y le dije:
-Entonces, cuéntame, por favor, ¿cómo es que me secuestrarte en vez de violarme y matar a mi marido? y ¿qué valor tengo para que me mantengas aún con vida?
-No querría ensuciar la cubierta de mi precioso barco.
Al ver que no me inmutaba, empezó a contar:
-Tenía mi barco anclado cerca de la playa en la que te encontré. Estaba ahí porque tenía que comprar provisiones. Fue una suerte encontrarte esa noche ya que era una de las noches más oscuras que recuerdo. Intenté despertarte pero no había manera, así que te llevé conmigo. Dormiste durante una semana. ¿Qué hacías de noche en esa playa?
-Me fui de casa - fue lo único que fui capaz de decir ya que el recuerdo de mi padre me hizo un nudo en la garganta.
A partir de ahí, comimos en silencio. Cuando acabamos, recogí los cuencos y los llevé a la cocina para lavarlos. Después subí de nuevo a la cubierta, vi como el capitán desplegaba las velas, las ajustaba y hacía todo lo que un pirata hace normalmente, y todo lo hacía él sólo, lógicamente.
-Me llamo Charles por cierto, puedes llamarme así.
-Yo soy Catheleen. ¿Qué haces, nos vamos a algún sitio? ¿Planeas dejarme en casa?
-Ey, ey, calma, demasiadas preguntas para un pirata. Primero, estoy preparando el rumbo, nos vamos que tengo cosas que hacer y no, no te llevo a casa, nunca paso dos veces por el mismo sitio así que puedes olvidarte de volver a tu hogar.
Me sentí triste, jamás volvería a ver a mi padre, pero por otra parte, mi espíritu joven estaba hambriento de emocionantes aventuras. Estuvimos navegando durante semanas, durante ese tiempo me empezó a enseñar a navegar y más cosas que podrían serme útiles para ayudarle. Un día llegamos a una isla bastante pequeña coronada por una gran montaña. De lejos parecía un volcán pero Charles me aseguró de que no lo era.
-¿Cómo lo sabes?, ¿no dijiste que nunca pasas dos veces por un mismo sitio?
-Me pillaste pequeña, es verdad, nunca he pasado dos veces por el mismo sitio, esta será la primera vez.
¿Qué tiene de especial esta isla en concreto?
Volví a ver en sus ojos la inmensa tristeza que vi el día que le conocí, la tristeza que hiela el corazón y te lo parte en dos con la precisión de una espada recién afilada.
-En esta isla asesinaron a mi familia.
El tono con el que lo dijo me heló la sangre y me erizó el cabello de la nuca. En ese momento tuve miedo de preguntar cualquier cosa, parecía como si se fuera a romper de un momento a otro.
-Cuando era pequeño a mi madre, mi hermana y a mi nos secuestraron unos piratas. A mi madre la violaban todas las noches, a mi hermana la tiraron por la borda por ser una carga y a mi me obligaron a hacer trabajos forzados. Un día llegamos a esta isla, aquí escondieron casi todos sus tesoros y se deshicieron de mi madre frente a mis ojos. Ese día me prometí que me vengaría, y cuando crecí, lo hice. Una noche tras una lucha encarnizada con otros piratas, toda la tripulación lo celebró a lo grande y cuando estaban tan borrachos que no veían más allá de la punta de su nariz, cogí el puñal que llevaba consigo el capitán y empecé a asesinar a sangre fría uno a uno a todos los que estaban ahí. Tome venganza por mi familia, pero también me hice famoso como pirata y me quedé con esta maldición de por vida; ahora, aparte de huérfano, soy un pirata asesino.
Se notaba que él no quería ser pirata, eso le molestaba, empecé a sentir mucha pena por él, me sentía triste, Charles se consideraba a sí mismo, y yo, aun a pesar de haberme raptado, veía en él un niño perdido, alguien que no sabe lo que hacer consigo mismo; y volví a ver esa tristeza tan profunda en sus ojos.
-Espérame aquí, no te vayas, volveré con el botín.
No me atrevía a moverme, sentía que si daba un paso, él se iba a romper y que todo esto definitivamente sería un sueño, así que me quedé en el barco y lo esperé, al cabo de un rato, volvió con dos cofres repletos de dinero.
-¿Para qué necesitas todo este dinero?
-Un pirata asesino no puede ganarse la vida honradamente,y como puedes ver, soy real y no vivo del aire. Nos quedaremos en la isla unos días, está llegando una tormenta y es mejor no navegar.
No entendía cómo con el sol y buen tiempo que hacía pudiera llegar una tormenta, pero no dije nada y le hice caso. Bajamos a la isla y le ayudé a improvisar una cabaña, o eso parecía, realmente era muy hábil. Y, en efecto, antes de caer la noche cayó sobre nosotros una lluvia torrencial acompañada de truenos y relámpagos, aun así, nos mantuvimos secos en la cabaña mientras hablábamos de todo. Yo le conté cosas de mi pueblo y él me contó anécdotas de su vida. Fue una noche de lo más agradable. La tormenta duró dos días, fueron dos días muy bonitos a pesar del mal tiempo. En esos días, encontré el amor. En la misma isla en la que Charles perdió parte de su ser, lo recuperó años más tarde. Ese día me prometí que no lo abandonaría."
-Pero, abuela, ¿dónde está él ahora?
No me di cuenta de que mientras hablaba, casi toda la aldea se había acercado a oír mi historia.
Todo a su debido tiempo querida. ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! la isla.
"Dos días más tarde, el buen tiempo volvió y pudimos zarpar en busca de más aventuras. Estuvimos navegando, riendo y queriéndonos durante semanas antes de llegar a otra isla. Si, parece que todo sean islas en este mundo. El día que nos aproximábamos a un pequeño archipiélago, Charles me dejó un catalejo y me dijo que subiera a la cofa a admirar las vistas. La isla tenía un aura muy inquietante, solo de verla, sentí un escalofrío. Bajé y le dije que parecía una isla maléfica.
-Tengo un mal presentimiento Charles - le dije.
-Tranquila, toma, con esto no te pasará nada. - dijo mientras se quitaba el colgante del cuello y me lo ponía a mi.
-¿Qué es?
-Lapislázuli, a mi siempre me da suerte. Te lo regalo, así siempre te acordarás de mi.
Desembarcamos y fuimos a la isla, parecía que Charles supiera exactamente dónde tenía que ir. Nos metimos entre los árboles hacia el centro de la isla, conforme nos íbamos acercando, el aire era más frío, era muy curioso.  Al llegar al centro, encima de un pilar de piedra, había una especie de luz, al acercarnos más vimos que era un cristal. Era azul y brillaba, pero al mismo tiempo, parecía vivo, como un corazón palpitante hecho de piedra. Charles se giró hacia mi y me cogió de las manos.
-Cuida bien del colgante, te protegerá siempre, confío en que sepas volver a tu hogar.
-¿Por qué parece que te estés despidiendo? - le pregunté sintiendo mucho temor.
Sin decir nada más, me dio la espalda, fue hacia el cristal y lo agarró con la mano. Todo Charles empezó a brillar, era precioso con esa luz azul pero en ese momento tuve mucho miedo. Él sólo me miraba y sonreía y por sus mejillas corrían lágrimas. Entonces me dijo:
-Te quiero.
Después de eso, la luz se intensificó más y cuando desapareció y pude ver, no había ni rastro de Charles ni de la piedra. Me asusté, lo empecé a llamar a gritos y lo busqué por toda la isla pero nunca conseguí encontrarlo."
Mientras contaba esto, tenía el colgante agarrado con una mano y luchaba contra el nudo en mi garganta.
-Entonces abuela, ¿dónde está?
-En mi corazón.



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