martes, 8 de enero de 2019

ADEMIA LA NINFA

Hola a todos, el día de hoy os traigo un cuento que he escrito, espero que os guste.

El día había sido hermoso, pero más hermosa estaba ella cuando apareció entre aquellos árboles. Parecía una diosa griega, era una chica rubia, su pelo largo y suelto ondeaba con la ligera brisa de la noche y la corona de flores que llevaba la hacía aun más bella. El vestido de seda blanco ondeaba de forma que la chica parecía un bello espejismo en son de la naturaleza. Alex se quedó boquiabierto al ver a su novia vestida de esa forma.
-¿Qué, te gusta mi disfraz Alex? - dijo la chica – Lo escogí pensando en ti, como siempre me dices que te gusta la mitología griega – Alicia se ruborizó un poco y dio gracias a que fuera de noche y no se pudieran ver bien.
-Estas deslumbrante Alicia, pareces Afrodita – comentó Alex recuperando la voz. – Ven, quería enseñarte algo.
-¿Qué es? – preguntó Alicia aun sabiendo que no le diría nada.
-Eso no te lo puedo decir, solo te pido que confíes en mí y te dejes llevar, ¿está bien?
-De acuerdo, vamos.
-No tan rápido mi diosa, primero déjame vendarte esos bellos ojos que tienes.
Alicia dio un paso hacia atrás, no le gustaba que le vendaran los ojos, la oscuridad absoluta le abrumaba. “Es Alex, con él no te pasará nada idiota” le susurró una voz en su cabeza.
-Vale, de acuerdo, pero no me sueltes, ¿vale?
-En ningún momento preciosa.
Alex le vendó los ojos con un suave pañuelo con la delicadeza de quien coge a un bebé en brazos por primera vez. La condujo por un sendero serpenteante a través del bosque. Al cabo de unos minutos de caminar en silencio, Alex se paró y le quitó la venda de los ojos, como era de noche, el cambio de luz no dejó ciega a Alicia. Alicia se quedó sin aliento; ante ella había lo que parecía un lago de estrellas. Estaban en una especie de claro en el bosque una extensión de tierra sin árboles. Un estanque de agua reflejaba la inmensidad de las estrellas del cielo y la luna llena le daba un aspecto mágico al lugar. Reinaba el completo silencio, parecía que ni siquiera hubiera grillos en aquel estanque. El tiempo parecía haberse parado, ya ni siquiera soplaba el viento.
-¿Te gusta? – preguntó Alex.
Las palabras sobresaltaron a Alicia. Entre todo aquel silencio, la voz de Alex parecía como un trueno que estalla muy cerca.
-Es precioso, parece un lugar secreto al que venir y que no te descubran.- susurró Alicia.
-Sí, venía aquí a menudo cuando era pequeño y me querían castigar por algo. De hecho, te vas a reír, pero tenía una amiga imaginaria con la que jugaba en este estanque.
-¿En serio? Yo nunca tuve una amiga imaginaria, será porque no tenía imaginación de pequeña.
-O a lo mejor porque no la necesitabas, siempre has sido una niña muy buena, te comportabas bien, no dabas problemas, tenías muchas amigas reales. Yo era el bicho raro de la clase, el gordo gafotas con el que nadie quería llevarse. Por eso me pasaba los recreos en la biblioteca y las tardes jugando con Ademia.
-¿Ademia? – Preguntó Alicia - ¿Tu amiga imaginaria?
-En efecto, así se llamaba, me contaba que hacía mucho tiempo era una ninfa acuática, pero hizo algo muy malo y su padre la expulsó y vino a vivir a este estanque. También me contó que al principio no tenía nombre y que al expulsarla su padre se lo puso, Ademia significa “sin marido”.
-¿Sin marido? Pues vaya nombre más raro. –Comentó Alicia.
-La verdad es que, le puso ese nombre porque la condenó a no conocer nunca el amor de un hombre ni casarse.
-¿Y qué hizo para que la expulsaran?
-Eso nunca me lo dijo, o no me acuerdo. Pero supongo que me lo puedo inventar, al fin y al cabo sólo era mi imaginación, ¿no?
-Es verdad – rió Alicia – Hay veces que cuando me cuentas historias de la mitología griega me las llego a creer, las cuentas muy bien.
-Bueno, no las escribí yo, sólo las repito, eso no tiene mucho mérito, es solo un ejercicio de memoria – rió a su vez Alex.
-Eso no es verdad, si mi profesor de historia la explicara como tu le haría caso y aprobaría.
-Eso me halaga, bueno, ¿vamos a darnos un baño?
-¿Ahora? – Preguntó Alicia – Pero si es de noche.
-Es verano – dijo Alex mientras se quitaba la camiseta.- ¿Vienes conmigo? Te abrazaré para que no pases frío.
-Está bien.
Desde que empezó la secundaria, Alex tenía un cuerpo más desarrollado que la mayoría de adolescentes y a Alicia siempre le llamó la atención. A Alex, Alicia le gustaba desde que tenía memoria, y un año antes, cuando empezaron a salir, él no podía creerse de que fuera real. Tenía a la mejor chica de todo el pueblo y estaba orgulloso de ello. Por su parte, Alicia se dio cuenta de que Alex, aparte de tener un buen cuerpo, era una buena persona, que la cuidaba siempre y ella le cuidaba a él, por supesto. Estaba muy feliz con él.
Alicia se quitó la corona de flores y el vestido dejando al descubierto su pecho; nunca llevaba sujetador porque la incomodaba mucho, además no sentía la necesidad de llevarlo. Se metió poco a poco al estanque con Alex. El agua, aunque fuera de noche, estaba calentita, parecía una piscina climatizada.
-No está muy fría – dijo Alicia sorprendida – Desde fuera parecía más fría.
-Sí, hoy hacía bastante calor para calentar el agua, no es un estanque my grande y se calienta rápido.
Alex cogió aire y se sumergió entero bajo el agua, Alicia no tardó en seguirle. La luz de la luna penetraba la superficie del agua y hacía posible que pudieran verse el uno al otro. El agua del estanque estaba muy nítida y limpia, sin embargo, no se veía ni un pez, ninguna alga, nada, solo el fondo lleno de piedras.
-¿Por qué en este estanque hay piedras en el fondo? – Preguntó Alicia cuando salieron a la superficie.
-Ademia me dijo que las puso ella ahí – rió Alex – Pero la verdadera razón no la conozco, a lo mejor las puso alguien ahí hace mucho tiempo para hacer el estanque más limpio. Sinceramente no tengo ni idea. Mis padres me contaron que el estanque estaba aquí desde siempre, así que no tengo ninguna teoría al respecto. – Alex miró a su alrededor hasta localizar un árbol a su espalda - ¿Ves ese árbol?, es mí árbol.
-¿Y qué tiene ese árbol para que digas que es tuyo?
-Me lo dio Ademia y grabé mi nombre en él.
-¿Y cómo sabes identificar al árbol?
-Porque es el único roble que hay en este claro, si te fijas, lo demás son simples castaños. No sé si lo sabías pero los griegos nombraron al roble, árbol tutelar de Zeus, así mismo el primer templo a Zeus fue un bosque lleno de robles. -¡Anda! Pues no, no lo… Alicia no terminó la frase. Alex, al darse la vuelta no vio a Alicia se le heló la sangre. Se sumergió en el agua pero no pudo ver nada, no había ni rastro de la chica. Volvió a la superficie y ya iba a gritar su nombre cuando frente a él, cerca de la orilla apareció una figura extraña pero a su vez conocida. Tenía forma de mujer y estaba de espaldas a él. -Alicia – llamó pero la muchacha no se volvió. Empezó a nadar hacia la orilla, hacia donde estaba la mujer. 
-Alicia, ¿qué pasó? – preguntó Alex poniéndole la mano en el hombro y dándole la vuelta. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo al darse cuenta de que no era Alicia, sino Ademia, la ninfa que fue su amiga imaginaria de la infancia. Alex no podía creer lo que veía, cerró los ojos con fuerza pero al abrirlos nada había cambiado, bueno sí, un detalle que no vio antes, y es que Ademia sostenía algo con una mano. Al fijarse vio que Ademia sostenía por el pelo a Alicia, a Alex se le heló la sangre, parecía inconsciente, cayó de rodillas a su lado, pero al intentar coger a Alicia, Ademia, con una fuerza casi sobrenatural arrojó a Alicia contra un árbol cercano.
-¿No te acuerdas de mí Alex? – Preguntó Ademia con una voz que parecía proceder de las fauces del infierno. 
–Soy yo tu “amiga” imaginaria. ¿En serio que no te acuerdas de mí? Cuando eras pequeño recurrías mucho a mi ayuda, yo te hacía compañía cuando no tenías a nadie y tú, ¿así me lo agradeces? 
–Ademia hablaba pero Alex casi no la escuchaba, estaba aturdido mirando el cuerpo de Alicia, su querida Alicia, que no le había hecho nada a nadie, su cuerpo sin vida yacía al lado del gran árbol y él sólo podía contémplalo. 
-Mira a tu querida chica, muerta, ahora no tiene ningún valor para ti, ahora solo es un cúmulo de huesos y carne, sin alma. Su alma me la quedo yo para poder vivir más tiempo gracias a ella. Pero no te engañes, no la maté yo, la mataste tu trayéndola aquí y despertando mi ira con su presencia. 
-Ella no te hizo nada – habló por fin Alex – No tiene la culpa de nada. Las lágrimas surcaban por sus mejillas, sabía que era inútil llorar pero no podía parar, su querida alma gemela ha muerto y él no pudo hacer nada. Aun de rodillas, hizo acopio de sus fuerzas y arremetió contra la ninfa. Pero ésta, viendo sus intenciones lo agarró por el cuello y lo subió por encima de su cabeza. 
-Oh Alex, has sido un mal chico, ¿tú?, ¿atacándome a mí? Has cometido un error muy grave. Has roto nuestra promesa, ¿qué ya no la recuerdas?, me prometiste que siempre serías mío, que nunca tendrías ninguna mujer, al igual que yo nunca tendría otro hombre. A Alex, que estaba intentando coger aire, le vino a la cabeza la imagen de ese día; el día en el que aun era un niño y a pesar de ello, sentía la soledad. Siempre fue un chico solitario, nunca tuvo amigos, y siempre pensaba que nunca tendría una novia. “Yo nunca tendré a otra mujer que no seas tú” las palabras del pequeño Alex flotaban entre ellos en estos momentos. Ademia soltó a Alex al suelo. 
Él, sin pensarlo dos veces, volvió a arremeter contra la ninfa, pero de repente sintió calor en el vientre. Una de las manos de la ninfa había atravesado su abdomen y la sangre brotaba de la herida. -Como te has portado mal y no has cumplido tu promesa, ahora te quedarás por siempre conmigo. – Dijo la ninfa hundiendo más la mano en el abdomen del chico.- ¿Qué, te duele? A mí también me dolió cuando fui expulsada, a mí también me dolió cuando rompiste tu promesa y apareciste con esta muchacha por aquí – los gritos de Ademia cortaban el silencio como katanas recién afiladas.- Pero sí, ahora te quedarás conmigo cariño, Vas a der un buen chico y seremos por siempre tu y yo. Ademia agarró con su mano libre el pelo del chico y sacando la otra de su vientre, Cortó su cabeza. -Premio número uno, ahora solo falta que tu alma venga a mí. Desde dentro del cuerpo del chico empezó a brillar una pequeña bolita de luz, empezó a danzar por el claro y al final empezó a elevarse. A esta, otra bolita salió del cuerpo de Alicia y ambas, hicieron un hermoso baile en el claro a la luz de la luna antes de ascender y perderse entre las estrellas. 
-¡No! ¡No puede ser! Mis almas – lloró enfurecida la ninfa – Era mío.
-No, no era tuyo. ¿Es que ya no te acuerdas de tu castigo Ademia? – se oyó una voz potente en todo el claro. 
-¿Papá? – preguntó la ninfa - ¿Eres tú? ¿Has venido a por mí? – Preguntó sosteniendo la cabeza de Alex como si fuera un peluche. -¿Has cumplido acaso tu castigo hija infame? – preguntó Zeus, el dios de los dioses del Olimpo apareciendo ante Ademia. 
–Tu castigo eran 10.000 años humanos en la tierra si es que sobrevivías tanto tiempo ninfa corrupta. ¿Ya te has cansado de jugar? -Si papá, quiero volver a casa contigo. 
-No has cumplido tu castigo, aun te quedan muchos más años. Tenías prohibido hablar con humanos y aun así lo dejé estar cuando empezaste a hablar con el niño, pero la noche de hoy cometiste un crimen contra el único ser humano que te trataba bien y no huyó de ti al verte por primera vez. Así nunca encontrarás el camino de vuelta. Y diciendo eso, Zeus desapareció. Ademia sumida en un dolor irresistible volvió al centro del estanque y sosteniendo la cabeza de su amado empezó a llorar. Aun a día de hoy, si te acercas al estanque y aguzas el oído, puedes oír a la ninfa Ademia llorar de dolor.

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